marzo 23, 2009

Posted: 08 Mar 2009 11:49 AM PDT
Esta noche hemos iniciado un ciclo de tres conferencias exclusivamente dirigidas a varones. No es para menos. En los varones recae la responsabilidad de la dirección del hogar: es a quienes el Señor va a pedir cuentas del rumbo que toma la vida de cada miembro de la familia.

Así que decidimos ser, todavía, más claros. Esta serie de tres mensajes se titula “La lana, la dama y la fama”. Entendemos que el afán por las riquezas y las posesiones, la tentación romántica o sexual extra matrimonial y la vanagloria son, quizás, tres de las más serias amenazas para la vida familiar… y que éstas entran por los ojos al corazón de los varones. No podemos desestimarlas, pues han sido piedra de tropiezo en la vida de muchos hombres, punto de partida de la destrucción de familias completas.

Los próximos dos temas estarán a cargo de Antonio Ortíz y de Chuy Olivares. El de esta noche, en voz de Salvador Pardo, aborda uno de los tres elementos de esa ‘trilogía’: La Dama.

No encontramos mejor preámbulo para presentar este mensaje que el expresado en la Palabra de Dios en Proverbios 7, conocido como ‘Las artimañas de la ramera’ que, mucha atención, no presenta -como muchos alegan- ningún tipo de justificación para el varón que cae en la tentación sexual, sino por el contrario, una voz de alerta ante la irremediable realidad de que nos enfrentaremos alguna vez a ella. Es un texto para considerar, para fortalecerse: el que piense estar firme mire que no caiga:
Pro 7:1-27 Hijo mío, guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. Dí a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y a la inteligencia llama parienta; para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras. Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía, vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, a un joven falto de entendimiento, el cual pasaba por la calle, junto a la esquina, e iba camino a la casa de ella, a la tarde del día, cuando ya oscurecía, en la oscuridad y tinieblas de la noche. Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón. Alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa; unas veces está en la calle, otras veces en las plazas, acechando por todas las esquinas. Se asió de él, y le besó. Con semblante descarado le dijo: sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos; por tanto, he salido a encontrarte, buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado. He adornado mi cama con colchas recamadas con cordoncillo de Egipto; he perfumado mi cámara con mirra, áloes y canela. Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores. Porque el marido no está en casa; se ha ido a un largo viaje. La bolsa de dinero llevó en su mano; el día señalado volverá a su casa. Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado; como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón. Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca. No se aparte tu corazón a sus caminos; no yerres en sus veredas. Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte.
No es poca cosa. Un varón puede ser seducido, ciertamente, por una mujer como ésta… pero también puede ser presa de su propio orgullo, procurando hacerse de una mujer ajena para demostrar y demostrarse -equivocadamente- su hombría. Sea como sea, no hay justificación que valga para ello, ni forma, tampoco, de escapar de sus consecuencias.

De eso y de otros importantes puntos se habló en este mensaje, que le invitamos a escuchar aquí:


Para descargar pulse aquí.

No hay comentarios.: